Fabiola Mendoza: «Emprender va a la par de tu crecimiento personal»

Fabiola Mendoza encontró en la filigrana de papel no solo una manera de terapia, sino también una forma de vida. Su camino a crear su emprendimiento se basa en resiliencia y autodescubrimiento, en el que convirtió su pasatiempo en un negocio sostenible.

«Encontré la filigrana como un hobbit, no como un trabajo»

Fabiola Mendoza, diseñadora gráfica de profesión, se dio cuenta al poco tiempo de terminar la carrera que lo digital no era lo suyo. «Me gustaba más hacer cosas con las manos, pintar, dibujar», recuerda. A pesar de esta revelación, culminó sus estudios y obtuvo su título, aunque con una sensación de que estaba decepcionando a su familia. Probó suerte en el sector público, pero renunció tras darse cuenta de que tampoco era su vocación.

Fue su esposo quien la ayudó a encontrar un camino, al sugerirle acudir a un coach para orientarse. En ese proceso, descubrió la filigrana de papel, primero como un pasatiempo y luego como una fuente de trabajo. «Más de lo bonito que pueda verse, para mí es terapéutico», confiesa. En momentos de ansiedad e incertidumbre, encontró en esta técnica un refugio: «Pintar con mis tiritas de papel me desconectaba de todo».

«Me di cuenta de que puedo ser artista»

Coincidiendo con la pandemia, Fabiola comenzó a compartir su trabajo en redes sociales, sin imaginar que pronto recibiría pedidos. «Ahí fue cuando me di cuenta de que esto podía ser un negocio», cuenta. Pero asumir su nueva identidad profesional no fue fácil. «Aceptar que puedo ser artista fue difícil, pero todo cambió cuando lo hice».

El camino del emprendimiento no ha estado exento de retos. «No es fácil, hay momentos en los que te bajoneas, y hay que aprender a diferenciar que tu valor como persona no depende de lo que haces», reflexiona. Además, enfrentó la falta de referentes locales en filigrana de papel, lo que hizo más difícil saber cómo presentar su trabajo. «Cuando emprendemos, tu primer círculo de apoyo son tus amigos y tu familia», menciona. Su primer pedido, de hecho, lo hizo su madre.

«Las personas valoran lo único y personalizado»

Aprender sobre la parte contable y la profesionalización de su negocio fue un reto adicional. Con el apoyo de su esposo y padres, logró ordenar sus finanzas y estructurar su emprendimiento. «Ahora tengo una asesora que me ayuda a saber cuánto cobrar y me explica el porqué», admite.

Además de vender sus obras, ha incursionado en la enseñanza. «Dictar cursos ha sido bonito, pero bonitamente caótico», confiesa entre risas. Con casi 100 alumnos, ha descubierto el desafío de compartir su conocimiento de manera estructurada.

Consciente de que su arte no es masivo, Fabiola enfatiza el valor de la personalización: «Las personas que son parte de mi comunidad saben que no están comprando algo masivo, sino algo único y personalizado». Su sueño es tener su propia tienda, una combinación de galería y cafetería, donde pueda seguir compartiendo su arte y conectar con más personas. «Conforme te vas desarrollando, tu emprendimiento crece contigo» enfatiza.


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