Desde su llegada a Lima con solo 16 años, Victor Cárdenas ha construido una historia de esfuerzo, aprendizaje y compromiso con las comunidades campesinas y pueblos indígenas del país. Nacido en Apurímac, llegó a la capital acompañado de su padre con la meta de ingresar a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Sin embargo, lograrlo no fue inmediato: “Luego de tres años ingresé a la universidad”, recuerda. Su perseverancia lo llevó a formarse como abogado, especializándose en derecho rural y conflictos sociales.
Hoy, como consultor en temas de comunidades campesinas y pueblos indígenas, y gerente legal del Instituto Latinoamericano de Capacitaciones Jurídicas (ILCJ), ha encontrado en la capacitación una herramienta para su crecimiento profesional.
«Los primeros años son la mejor lección , ahí decides si sigues o te retiras»
Ingresar al mundo del emprendimiento no fue fácil para Victor Cárdenas. En sus inicios, sin recursos ni oficina propia, tuvo que enfrentarse a dificultades que lo hicieron dudar. “No teníamos ni local, compartíamos una oficina hasta que nos sacaron. Fue difícil porque en la universidad no te enseñan cómo hacer clientes o cómo emprender”, relata. A pesar de los obstáculos, encontró apoyo en colegas que le cedieron espacios para trabajar y realizar capacitaciones.
Durante la pandemia, el ILCJ creció exponencialmente, ya que muchas personas aprovecharon el confinamiento para estudiar. Sin embargo, el verdadero reto llegó después. “Cuando la pandemia terminó, vino una situación más difícil: volver a la normalidad y mantenernos”, explica. Hasta la fecha, su instituto ha organizado alrededor de 200 diplomados y ha capacitado a más de 15 mil profesionales.
«Cuando ves a gente en tu entorno que lo logra, te das cuenta de que tú también puedes hacerlo»
La necesidad de formación en temas rurales e indígenas lo llevó a innovar en la enseñanza jurídica. “Tenía un curso de saneamiento físico-legal de predios rurales, pero siempre había un público que quería saber sobre comunidades campesinas y no había diplomados al respecto. Ahí es donde creamos el Diplomado de Leyes Campesinas”, cuenta.
El proceso no fue fácil. Junto a amigos, desarrolló el contenido y recorrió diversas localidades para recolectar información en un compendio. “Algunos ejemplares del compendio los obsequiamos, otros lo adquieren¨. Su vínculo con las comunidades no solo ha sido profesional, sino también personal. “La convivencia en el ámbito rural con mis padres me ayudó a comprender a las comunidades campesinas, eso me permitió involucrarme más”.
«Todo se lo debo a las comunidades campesinas»
Gracias a su trabajo en este sector, ha logrado participar en espacios importantes, como el Congreso de la República. “Hubo un asesor que escuchó mi charla y me dijo que estaban haciendo un proyecto sobre actividades campesinas en entornos mineros. Me invitaron a una presentación en el Congreso, donde tuve una intervención de 30 minutos. Fue una bonita experiencia”, recuerda. Esta oportunidad le reafirmó la importancia de seguir capacitándose y aportando en estos espacios.
Además, su especialización lo llevó a capacitar a una congregación religiosa comprometida con las comunidades indígenas. “Las Hermanas Lauritas nacieron en Colombia debido a conflictos con el Estado y tienen una labor misionera en favor de los pueblos indígenas. Una de ellas llegó como alumna y luego me contrataron para capacitar a las hermanas en su congregación. Fue una gran experiencia”, comenta. Aunque la pandemia impidió llevar estas capacitaciones a otras regiones, el impacto de su trabajo siguió creciendo.
«El éxito económico debe ir acompañado del éxito profesional»
El camino del emprendimiento le ha enseñado a Victor que el éxito va más allá de lo financiero. “Para los que emprendemos, la experiencia te ayuda a organizarte mejor, hablar menos y concretar las cosas más rápido”, señala. No obstante, reconoce que en la parte administrativa aún tiene aspectos por mejorar. “Sé que es muy importante para evitar problemas a futuro y tener tranquilidad”, admite.
Mirando hacia atrás, reconoce que los momentos más difíciles fueron clave para su evolución. “Si no me hubieran sacado de esa oficina, de repente no estaría donde estoy ahora. Fue un punto de partida que me permitió buscar opciones y salir de mi zona de confort”, reflexiona.
Hoy, con la mirada puesta en el futuro, sigue apostando por la educación y la capacitación como pilares fundamentales para el desarrollo de su instituto y del país. “Los golpes de la vida te van haciendo más flexible. Emprender implica cambios constantes porque, si algo no funciona, hay que darle la vuelta rápido y buscar opciones”, concluye. Su historia es un testimonio de que el conocimiento y la perseverancia pueden abrir puertas impensadas, y que creer y pensar en grande es el primer paso para alcanzar cualquier meta.
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